El mate es una bebida que forma parte de nuestra vida diaria, como el café para muchas otras culturas. Es un compañero fiel, un ritual compartido. Pero, aunque lo amamos, ¿nos detenemos a pensar cómo nos afecta realmente?
El mate actúa como un estimulante del sistema nervioso central. Nos hace sentir más despiertas, más enfocadas, listas para encarar el día o terminar las tareas pendientes. Pero este mismo efecto puede tener un lado no tan lindo: ansiedad, irritabilidad y agitación, pensamientos acelerados, palpitaciones. De hecho, los síntomas del exceso de cafeína se parecen mucho a los de la ansiedad.
Otro detalle importante es cuánto dura su efecto en el cuerpo. La cafeína puede quedarse en nuestro sistema hasta seis horas. Así que, si estás tomando mate a las 17hs, es probable que todavía esté interfiriendo con tu capacidad para dormir, tanto para conciliar como para mantener un sueño reparador.
El mate no solo estimula tu mente, también estimula el sistema circulatorio y digestivo. Es diurético - te hace ir al baño más seguido- pero eso también puede exacerbar la sequedad en el cuerpo: piel seca, ojos o boca seca, problemas respiratorios o estreñimiento.
Vivimos en una sociedad que NO prioriza el descanso. Nos exige estar siempre productivas, siempre activas. Y el mate, al igual que el café, es esa muleta que usamos para cumplir con nuestras responsabilidades cuando no tenemos la energía suficiente.
Yo amo el mate. Lo tomo todos los días, a veces más, a veces menos. Pero también soy consciente de cómo me afecta, especialmente en esos momentos en que mi ansiedad está más presente. Si eres alguien que lidia con ansiedad o problemas para dormir, tal vez valga la pena revisar tu relación con esta bebida.
No se trata de dejarlo por completo, sino de encontrar un equilibrio que funcione para ti.